Santo del dia
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- 6 oct
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San Bruno de Calabria, fundador de los cartujos, dejó el mundo para buscar a Dios en el silencio y la oración. Rechazó honores y poder para vivir en humildad, penitencia y contemplación.

San Bruno de Calabria, fundador de los cartujos: el hombre que eligió el silencio para escuchar a Dios
6 de octubre
Nacido en Colonia, Alemania, alrededor del año 1030, San Bruno de Calabria fue un hombre que renunció al poder y al prestigio eclesiástico para abrazar una vida de silencio, oración y contemplación. Perteneciente a una familia noble, destacó desde joven por su inteligencia y virtud, lo que le abrió las puertas al mundo académico y religioso. Estudió y luego enseñó en Reims, donde llegó a dirigir su escuela catedralicia, una de las más reconocidas de su tiempo.
Sin embargo, fue allí donde conoció de cerca los males que afectaban a la Iglesia de su época, especialmente la simonía, el comercio de cargos eclesiásticos. Profundamente decepcionado por la corrupción y la hipocresía que observaba, Bruno decidió tomar distancia del mundo secular y buscar un camino de pureza espiritual. Cuando el obispo de Reims murió, Bruno era el candidato natural para sucederlo, pero la elección recayó en Manasés de Gournay, un clérigo acusado de prácticas corruptas. Este episodio marcó su ruptura definitiva con la vida pública.
Buscando vivir el Evangelio en su forma más radical, Bruno se retiró primero a la ermita de Molesme bajo la guía de san Roberto, pero pronto comprendió que Dios lo llamaba a fundar algo nuevo. Con seis compañeros que compartían su ideal, viajó hasta Grenoble, donde el obispo Hugo les concedió un terreno inhóspito y montañoso en Chartreuse, a casi 1,200 metros de altura. Allí, entre nieve, silencio y oración, levantaron sus humildes chozas de paja y una pequeña iglesia de piedra, dando origen a la Orden de los Cartujos (o Certosinos), una de las comunidades monásticas más austeras y contemplativas de la historia cristiana.
El propio Bruno no pretendía fundar una nueva orden; solo deseaba vivir en soledad con Dios, lejos de las tentaciones del mundo. Pero su ejemplo de santidad inspiró a otros, y su forma de vida, centrada en la oración continua, el trabajo manual y el silencio, se convirtió en modelo de la vida eremítica.
Seis años después de fundar la Cartuja, el papa Urbano II, antiguo alumno suyo, lo llamó a Roma como consejero. Obedeció, pero su corazón seguía anhelando la soledad. Con permiso papal se trasladó al sur de Italia, donde fundó una nueva comunidad en Calabria, en el bosque de Torre, el lugar que hoy lleva su nombre: Sierra San Bruno. Allí vivió sus últimos años en oración, penitencia y caridad, hasta su muerte en 1101.
Su canonización oficial llegó en 1623 por el papa Gregorio XV, aunque su culto ya había sido aprobado un siglo antes. San Bruno dejó a la Iglesia una herencia de silencio fecundo y contemplación activa. Como dijo Benedicto XVI durante su visita a la Cartuja de Calabria en 2011:
“El monje, dejándolo todo, se expone al silencio para vivir de lo esencial, y en ello encuentra una profunda comunión con Dios y con todos los hombres.”
San Bruno de Calabria, maestro del silencio y fundador de los cartujos, sigue siendo ejemplo de una vida que eligió el retiro no por miedo al mundo, sino por amor absoluto a Dios.











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