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Salmo del día

  • La Vega en Accion
  • 19 sept
  • 1 Min. de lectura

El salmo recuerda que la riqueza no salva ni da vida eterna; sólo Dios rescata al hombre. Dichosos los pobres de espíritu, porque suyo es el Reino.


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El salmista advierte: la riqueza no garantiza la vida eterna

Jerusalén. — En una reflexión que interpela a ricos y pobres por igual, el salmo proclamado hoy recuerda que las posesiones materiales no ofrecen seguridad frente a la muerte. “Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos”, es la respuesta que acompaña esta meditación sobre la fragilidad humana y el verdadero valor de la vida.


El canto denuncia la falsa confianza de quienes se amparan en su poder económico y se jactan de su fortuna. Según el salmista, ninguna riqueza puede pagar el rescate de la propia vida, pues el precio es tan alto que nadie puede librarse del destino común: descender a la fosa.


El texto bíblico subraya que, aunque algunos sean celebrados por su bienestar y lujos, su gloria no perdurará más allá de la tumba. “Cuando muera, no se llevará nada, su fasto no bajará con él”, se afirma con contundencia, recordando que todos terminan en la misma condición, unidos al destino de sus antepasados.


La enseñanza final señala que el verdadero sentido de la existencia no se encuentra en acumular riquezas, sino en reconocer la dependencia absoluta de Dios. La dicha, asegura el salmo, está reservada a los pobres en espíritu: aquellos que, libres de la ilusión de la autosuficiencia, confían plenamente en el Señor.

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