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Salmo del día

  • La Vega en Accion
  • 18 sept
  • 1 Min. de lectura

Las obras del Señor son justas y verdaderas, su alianza eterna y su nombre santo. El temor de Dios es sabiduría y su alabanza permanece para siempre.


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El salmista proclama la grandeza de las obras del Señor y la fidelidad de su alianza

Jerusalén. En un cántico de alabanza recogido en el Salmo 110, el pueblo de Israel exalta la justicia y la verdad como características esenciales de las obras del Señor. El salmista subraya que los preceptos divinos son firmes, dignos de confianza y están llamados a cumplirse con rectitud a lo largo de todas las generaciones.


El texto poético destaca la acción salvadora de Dios al afirmar que Él envió la redención a su pueblo y selló para siempre su alianza, confirmando así su compromiso eterno con la humanidad. En esta proclamación, se recuerda la santidad y el carácter temible del nombre divino, reflejo de su grandeza y poder.


El pasaje concluye con una enseñanza central de la tradición bíblica: “El temor del Señor es el principio de la sabiduría”. Según el salmista, quienes practican este respeto reverente alcanzan buen juicio y experimentan una vida guiada por la verdad. Finalmente, la alabanza al Señor se proyecta como un reconocimiento perpetuo que no tiene fin.


El mensaje del salmo, entonado en la liturgia como respuesta a la Palabra, resalta la fidelidad de Dios y la importancia de vivir en coherencia con sus mandatos, recordando que la sabiduría auténtica nace de una relación sincera y reverente con el Creador.

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