Salmo del dia
- La Vega en Accion
- 22 sept
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El Salmo proclama la alegría por la acción del Señor: de las lágrimas brota la esperanza, y quien siembra con dolor recoge con gozo, pues Dios transforma el llanto en canto de victoria.

El pueblo de Israel proclama la grandeza del Señor en el retorno del exilio
Jerusalén, Antiguo Israel. Con un canto de profunda alegría y memoria histórica, el pueblo de Israel elevó su voz para reconocer la grandeza del Señor tras el regreso de los cautivos de Sion. El himno, recogido en el Salmo 125, evoca la emoción de un pueblo que pasó de las lágrimas a la risa al ver cumplida la promesa de liberación.
“Cuando el Señor hizo volver a los cautivos de Sion, nos parecía soñar; la boca se nos llenaba de risas, la lengua de cantares”, proclama el salmo, que refleja la euforia de una nación restaurada después de la opresión.
Incluso los pueblos vecinos reconocieron la acción divina: “El Señor ha estado grande con ellos”, dice el texto bíblico, subrayando que la obra del Altísimo trascendió fronteras y fue visible para todos.
El salmista, no obstante, eleva también una súplica: “Recoge, Señor, a nuestros cautivos como los torrentes del Negueb”, comparando la restauración del pueblo con las aguas que irrumpen en los desiertos del sur, símbolo de renovación y vida.
El poema culmina con una promesa de esperanza: quienes sembraron con lágrimas recogerán con cantos de alegría; quienes partieron llorando, al volver lo harán con júbilo, cargando las gavillas de la cosecha.
Este salmo, entonado como respuesta litúrgica, sigue siendo hoy un recordatorio de la fidelidad de Dios y de la transformación que la esperanza puede obrar en medio de la prueba.











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