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Salmo de hoy

  • La Vega en Accion
  • 15 sept
  • 2 Min. de lectura

El salmo proclama confianza y gratitud: Dios escucha la súplica, es fuerza y escudo, alegría del corazón y pastor que salva y bendice a su pueblo.


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El salmo proclama la fuerza y protección del Señor

Jerusalén – La liturgia presenta hoy el Salmo 27 como respuesta orante a la Palabra proclamada. En sus versos se eleva un clamor confiado: “Bendito el Señor que escuchó mi voz suplicante”. La oración, que brota del corazón del salmista, refleja la certeza de que Dios no permanece indiferente al sufrimiento humano, sino que escucha y sostiene a quienes le buscan.


El texto comienza con un ruego intenso: “Escucha mi voz suplicante cuando te pido auxilio, cuando alzo las manos hacia tu santuario”. Esta súplica conecta con la experiencia universal de quienes, en medio de las pruebas, levantan la mirada al cielo en busca de amparo.


La segunda estrofa del canto introduce un cambio de tono: del lamento se pasa a la confianza. “El Señor es mi fuerza y mi escudo: en él confía mi corazón, me socorrió, y mi corazón se alegra y le canta agradecido”. Aquí, el orante no solo reconoce la ayuda divina, sino que proclama la alegría de saberse escuchado.


Finalmente, el salmista amplía la oración al pueblo entero, pidiendo la bendición y la guía de Dios: “El Señor es fuerza para su pueblo, apoyo y salvación para su ungido. Salva a tu pueblo y bendice tu heredad, sé su pastor y llévalos siempre”. Esta súplica colectiva expresa el deseo de protección continua, presentando al Señor como pastor que acompaña y conduce a su rebaño.


Con imágenes de confianza, gratitud y súplica comunitaria, el salmo responsorial ofrece un mensaje de aliento para los creyentes: en medio de las dificultades, el Señor es escudo y fuerza, y su presencia se convierte en motivo de alegría y esperanza.

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