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Evangelio del día

  • La Vega en Accion
  • hace 4 días
  • 2 Min. de lectura

Jesús enseña a estar siempre vigilantes y preparados para su regreso, como siervos fieles que esperan a su señor. Felices los que permanezcan despiertos, porque el Señor mismo los servirá en su mesa.


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Evangelio según San Lucas 12, 35-38
Reflexión periodística y espiritual

En este pasaje del Evangelio, Jesús invita a sus discípulos —y con ellos a todos los creyentes— a vivir en una actitud permanente de vigilancia y disponibilidad interior. “Tened ceñida la cintura y encendidas las lámparas”, dice el Maestro, usando imágenes cotidianas que evocan la preparación de quien espera la llegada de su señor.


El mensaje central es claro: el discípulo fiel no se adormece en la rutina ni en la comodidad; mantiene su corazón despierto, su fe encendida y su vida en coherencia con el Evangelio. La promesa de Jesús es profundamente paradójica y tierna: el Señor mismo servirá a los que lo esperaron. Es decir, quien haya vivido con amor y fidelidad, descubrirá un Dios que no solo recompensa, sino que se inclina para servir.


Esta enseñanza es un llamado a la constancia espiritual, a no dejar que el cansancio, la distracción o el miedo apaguen la lámpara de la fe. La vigilancia cristiana no es miedo al castigo, sino amor atento; es vivir con la certeza de que cada gesto de bondad, cada acto de servicio, es una manera de abrirle la puerta a Cristo cuando llame.


Así, Jesús redefine la espera: no se trata de pasividad, sino de esperanza activa. El Evangelio de hoy nos recuerda que el tiempo presente —con sus luces y sombras— es el espacio donde Dios sigue viniendo, muchas veces en silencio, en la noche de nuestras dudas, para bendecir a quienes, con el corazón en vela, aún lo esperan.

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